"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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La parábola literaria

LA PARÁBOLA LITERARIA La parábola es una narración con una enseñanza moral. Normalmente es un relato muy sencillo y fácil de entender, en la que se utilizan las pasiones y deseos humanos a través de personajes, animales o aspectos cotidianos de la vida. Al escuchar la palabra parábola nos viene a la mente el nombre de Jesús, quien se dirigía a sus discípulos de manera que le pudieran entender con facilidad, pues por entonces no existía la costumbre de leer. La mayoría de la población era analfabeta y el conocimiento se comunicaba oralmente. Tenía gran importancia que la narración fuera entretenida y, sobre todo, que no resultara compleja. Algo similar sucede cuando contamos historias a los niños. Lo hacemos con un doble propósito; por una parte pretendemos entretenerles con un cuento atractivo y, al mismo tiempo, queremos enseñarles valores. Un niño de 4 o 5 años necesita distinguir el bien y el mal, empezar a comprender cómo debe comportarse. Y para ello, el cuento es la narración más adecuada. La parábola tiene una finalidad semejante al cuento infantil. Sin embargo, la parábola va dirigida al hombre adulto que tiene un razonamiento elaborado, tiene experiencia pero también necesita de un buen consejo, una pauta de comportamiento adecuada. Es lo que hacía Jesús con el pueblo que le escuchaba y especialmente con sus seguidores. Así se pone de manifiesto en los evangelios, donde un número importante de parábolas ( la del hijo pródigo, la del sembrador o la del buen samaritano serían algunas de las más conocidas ) se van contando en el libro más importante de la humanidad, la Biblia. Es un libro religioso y, a la vez, de un gran valor literario. Su difusión es universal y ha sido traducido a todas las lenguas. Consecuentemente, sus historias y enseñanzas forman parte de la cultura universal. La intención moral de la parábola es esencial porque es el verdadero propósito de la historia que se cuenta. Necesitamos reflexionar sobre nuestro comportamiento y hacerlo de una manera conceptual sería propio de la filosofía, un ámbito del conocimiento complejo y con un vocabulario muy especializado y difícil de manejar por parte del hombre sencillo. La parábola tiene, por lo tanto, un elemento literario indiscutible, porque son historias muy atractivas pero su auténtica finalidad es de carácter moral. Es lo que sucede en cualquier parte del mundo cuando un sacerdote cristiano se dirige a sus fieles y utiliza las sagradas escrituras y sus parábolas para recordar que debemos optar por el bien y evitar el mal. Ejemplos de Parábolas: El grano de mostaza. Nuevo testamento. Mateo 13, 31-32. El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas. La oveja perdida. Nuevo testamento. Lucas 15, 4-7 ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla? Y al encontrarla, la pone sobre sus hombros gozoso; y cuando llega a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. La fiesta de Bodas. Nuevo Testamento. Mateo 22, 2-14 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos. El hijo pródigo. Lucas 15, 11-32 Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde”; y les repartió los bienes. Y no muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el que le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Y volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.” Entonces, se levantó y fue a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello y le besó. Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad la mejor ropa y vestidle; y poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta, porque este, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Y el criado le dijo: “Tu hermano ha venido, y tu padre ha hecho matar el becerro gordo por haberle recibido sano y salvo.” Entonces se enojó y no quería entrar. Salió, por tanto, su padre y le rogaba que entrase. Pero él, respondiendo, dijo al padre: “He aquí tantos años hace que te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para alegrarme con mis amigos. Pero cuando vino este, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.” Él entonces le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Pero era menester hacer fiesta y regocijarnos, porque este, tu hermano, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.” Parábola del sembrador. Nuevo Testamento. Marcos 4, 26-29 El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.

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